¿Quiero eso decir que cuando hagamos el efecto de Confabulación sobre un escenario el niño de la primera fila levantará la voz diciendo que eso lo hace él con la i-Pad?… ¿Acaso nuestros efectos mentales tendrán que limitarse a las predicciones y a la telequinésis?…
Pues bueno, tres horas después estábamos en París sin la moto y sin mi sombrero teleportador. Hacía buena noche. Cruzamos el Sena, algo agitado anoche, contemplando la torre Eiffel que estos días parece un gigantesco árbol de Navidad. Nos metimos en un restaurante a picar algo: ¿es aquí la reunión?, pregunté. No, me dijo Salva.
Rockeros como The Computers, grandes artistas como el genial Avner, todos ellos, expertos en tablas y en enganchar a su público. Desde Liverpool y Madrid.
El disco parecía un pequeño baúl de los recuerdos musical en el que cada tema está asociado a un recuerdo (creo que sigo bajo el efecto del poder hipnótico del fuego del Domingo). Y cuál fue mi sorpresa cuando, entre unas músicas y otras, me encontré con la grabación del Civac Pasodoble Lift, el himno que compuso para el círculo de la SEI de Valencia el maestro Vicente Ramón Andreu.
Eran los Pirineos mágicos de 1978, me estrenaba en un congreso. Por primera vez pude ver a magos hacer milagros que me marcaron para siempre. Ese fuego en Jaca, junto a tantos magos que ahora son mis amigos, señaló para mí uno de los momentos más especiales de mi vida. Todavía conservo, como un pequeño tesoro, la foto que me hicieron junto al Gran Somar y Juan Tamariz en la misma peña
