Alguna vez me han llamado friki por entregarme en cuerpo y alma a resolver temas y otras cuestiones de clara intrascendencia. Cosas como “¿será mejor tomar esta carta por aquí o mejor dos milímetros más arriba?”, a dedicarme a estudiar “la psicología del empalme” (en su acepción física, no sexual; que conste), etc.
Este fin de semana lo he pasado en La Barranca analizando las creaciones de nuestro admirado Hofzinser, un empleado de hacienda en el antiguo Imperio Austro-Húngaro que, ante todo, era mago. Nos hemos emocionado
con su ingenio y astucia en la resolución de sus sorprendentes efectos mágicos, ¡menudo crack era el maestro Hofzinser!.
La exposición de Ronald Wohl acerca de las aventuras de intrépidos timadores como Titanic Thompson y Yellow Kid Weil nos dejó a todos boquiabiertos. ¡Qué granujas más entrañables!. Confieso que por un momento sentí el impulso de hacer mis pinitos en el AVE de vuelta a Valencia pero, más bien por desgracia que por suerte, me contuve. (Por cierto Ron, ¡menudo susto nos diste con la taza!)
Tuve la oportunidad de exponer mi visión acerca de la formación de los magos considerando los medios tecnológicos que tenemos a nuestra disposición y, en particular, la red internet. Todo ello está reflejado en el proyecto que ahora llevo entre manos, Magic Ágora y, si antes estaba ilusionado, con las críticas, sugerencias, y opiniones que surgieron en el debate, ahora lo estoy mucho más.
Cada vez que asisto a La Barranca siento una especie de orgasmo -en su acepción psicológica, no sexual; que vuelva a constar- al pasar tanto tiempo disfrutando de todas estas actividades claramente intrascendentes.
No sé si todos estos goces de origen incierto provocan que a uno le coloquen la etiqueta de friki pero si Hofzinser, si Ron Wohl, Titanic Thompson, Yellow Kid Weil y los magos, si todos ellos la llevan puesta, entonces, por favor, que me pongan una a mí también; será un honor inconmensurable